“¡He aquí que estoy con ustedes todos los días!”

Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.  Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. Lucas 10: 41-42 

“Ahora, Dios me mostró, más claramente, que cualquier distracción del mundo y de la gente podría ser una influencia perjudicial que me arrastraría lejos del Abrazo de Amor, el Lugar donde yo quería permanecer”. VVeD 01.01.1999

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“La necesidad del silencio”, Pbro. David George.

Hace muchos años cuando yo daba clases en un colegio secundario en Inglaterra un profesor de matemática – un cristiano evangélico muy comprometido- me invitó a participar de un fin de semana con algunos de los alumnos del colegio en un encuentro cristiano. Ya que se llevaría a cabo en una casona en el campo le pregunté si sería un “retiro”. Reaccionando como si la palabra “retiro” tuviera demasiadas connotaciones católicas me contestó que él estaba esperando un “avance”.  Lo entendí. Para él el propósito básico de este fin de semana fue la conversión de estos jóvenes y la entrega de sus vidas a Cristo.

Espero que nuestro tiempo aquí sea para todos un retiro– en el sentido que sea una retirada de las distracciones y bochinche que nos rodean en la vida cotidiana – y a la vez un avance en nuestro conocimiento de Dios y de nosotros mismos. Vamos a empezar el avance tomando en serio un concepto clave – el “silencio”.  No se refiere a la ausencia de sonido sino a un silencio interior en el cual estamos inmersos en la presencia de Dios y Su Espíritu. El silencio no es solamente un medio, sino también una gracia, una bendición y un don. Si queremos entrar en la verdadera vida en Dios este silencio interior no es deseable – es imprescindible. En las reflexiones que siguen estoy en deuda con los libros de Maggie Ross, una anacoreta anglicana, que han profundizado mi comprensión de la oración contemplativa.

La segunda palabra es “he aquí” y tiene que ver con nuestra percepción de lo que está pasando a una esfera más allá de lo que se puede saber o definir con palabras o conceptos humanos. Por eso la frase “he aquí” está relacionada  normalmente con “vean” o “contemplen”.  Entonces brevemente en lo que sigue voy a tratar de esclarecer lo que para mí es la contemplación y recomendarla como la mejor manera de acercarnos como cristianos de diferentes tradiciones los unos a los otros e inclusive abrir puertas hacia creyentes de otras religiones.

No quiero perder el hilo en altos vuelos místicos, sino quisiera anclar lo que voy a decir en el funcionamiento cerebral que es la única forma que existe para mediar todas nuestras percepciones. Creemos que sabemos lo que es el pensar; se construye de palabras, imágenes y conceptos que organizamos para lograr un objetivo y a menudo el impulsor principal de los  pensamientos son reacciones espontáneas, instintos básicos y sentimientos pasajeros;  en el mejor de los casos organizamos los pensamientos según principios racionales, usando lo que llamamos el “intelecto”.

Sin embargo hay un fenómeno universal que demuestra las limitaciones del pensamiento consciente; hay ocasiones cuando nuestros cerebros funcionan aparentemente sin esfuerzo e intención deliberada para que recordemos un nombre o una palabra que no aparece en la memoria; aunque la palabra esté en la punta de la lengua no sale por más que nos estemos esforzando para recordarla. De repente un minuto o una hora u horas más tarde la palabra aparece en nuestra conciencia.

Se llama este fenómeno “la paradoja de la intención” porque muestra que una parte de nuestro cerebro está funcionando – o sea pensando cuando no estamos pensando – recuperando la información guardada en alguna parte. Lo que señala es que hay dos tipos de “prestar atención”.  El primero y más obvio es este esfuerzo consciente en recordar algo que al comienzo no se logra rememorar. El segundo tipo de prestar atención es una cuestión de aprender a estar atento a las cosas que no son nosotros mismos y esto es muy difícil ya que vivimos en un mundo que fomenta la auto-consciencia con constantes distracciones.

Pero en la Biblia las palabras “he aquí” abren la puerta a una manera distinta de percibir la realidad y si (tienen) adquieren resonancia en nuestros tiempos de silencio, podremos adquirir una cierta pasividad necesaria para conocer la realidad suprema de las cosas, o sea Dios. La frase “he aquí” (ocurre) aparece muchísimas veces en la Biblia Hebrea y el Nuevo Testamento – “idou” en griego y “henneh” en hebreo. Quiere decir “¡presta atención!” o “¡fija la mirada!”.  Es un llamado a la contemplación, a mirar fija e intensamente, con curiosidad o asombro. Es una palabra para alertarnos, para que hagamos una pausa porque algo nuevo, algo sorprendente, está por revelarse.

“He aquí” señala un cambio en la percepción de las cosas; significa que nos estamos moviendo de los conceptos lineales y su interpretación – el proceso de pensar consciente y deliberadamente – a otra área del cerebro que ya mencioné en la cual se suspende este proceso y se permite una percepción directa de la mente profunda,  no para recuperar una palabra perdida en la memoria, sino para encontrar un enfoque más claro y un campo visual más profundo. Además “he aquí” es una palabra que detiene la mente en modo de espera y nos lleva al silencio, una apertura y una receptividad en la cual, sin imágenes u objetos, se crea un espacio para recibir nuevas percepciones.

En el libro de “Génesis” cap. 1 v29. “Después dijo Dios: He aquí que Yo os doy toda planta portadora de semilla, sobre la superficie de toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto de árbol con semilla…. les doy para alimento toda hierba verde.”  La primera palabra que Dios dirige a Adán después de crearlo y bendecirlo y que introduce el pacto primario con la humanidad es “he aquí”.

“He aquí” es la primera palabra del habla directa que Dios dirige al ser humano después de crearlo. Y el versículo 31 repite “he aquí” para afirmar la bondad de la creación. La primera “he aquí” crea un silencio asombrado en el cual no solamente el hombre y la mujer pueden oír el habla directa de Dios, sino toda la creación y el lector también. Es un silencio fuera del tiempo que hace resonar la Palabra creativa y silenciosa por todo el cosmos.

En Edén Adán y Eva reciben la mirada amante de Dios y reflejan este amor en la contemplación mutua el uno a la otra sin distracciones. Pero cuando la serpiente inicia la primera conversación los lleva rápidamente a perder su capacidad para contemplar – lo que llamamos la “caída” aunque esta palabra no se encuentra en la Biblia. Muchos padres de la iglesia concluyeron que el pecado más grande no es el orgullo o la desobediencia sino la distracción que destruye la contemplación.  Igual que nosotros, cuando estamos distraídos por la conversación y la autoconciencia, Adán y Eva pierden su rumbo y se vuelven ansiosos y miedosos.

Adán y Eva se dan cuenta que están desnudos porque por primera vez tienen la mirada puesta en ellos mismos y no en Dios. La consecuencia de esta distracción es una lucha contra y con las distracciones hasta que encontremos el camino que nos conduzca nuevamente al estado contemplativo. En realidad nunca hemos salido del Jardín y la contemplación de Dios, pero ahora no es una cosa dada; ahora tenemos que hacer un viaje para recuperarla por una iconoclastia, es decir, por un rompimiento repetido de las ideas y conceptos generados por la mente autoconsciente.

Con “he aquí” Dios llama a Su pueblo a recordar su responsabilidad; los profetas constantemente la utilizan y hasta el fin de la vida de Jesús en la Tierra cumple la misma función. De la misma manera que esta palabra es la primera palabra del pacto que Dios hace con la humanidad recién creada, así es la última palabra que Cristo resucitado dirige a sus discípulos (Mat 28:20b) He aquí que Yo estoy con ustedes todos los días hasta la consumación del siglo.” Jesús afirma que sigue estando presente con sus discípulos justamente en el acto de contemplación.  ¿Cómo es esto? Porque la contemplación es una recapitulación viviente y continuada en el proceso de “kenosis” o auto-vaciado que San Pablo transmite a los filipenses (2:5-11)

«Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.

Sin estas palabras al final del Evangelio de Mateo nuestro entendimiento del compromiso y participación de Cristo con el mundo cambiaría  completamente.

Si podemos despojarnos de la autoconsciencia y las distracciones veremos claramente por qué surgen a la superficie las verdades y certezas que la contemplación libera de la mente profunda. Así en su Evangelio San Juan dice del Bautista “fijando su mirada sobre Jesús que pasaba dijo: he aquí el cordero de Dios”. Juan el Bautista pudo reconocer la vocación divina de Jesús porque había contemplado por años en el silencio del desierto la relación e historia de Dios con su pueblo Israel.

Tal vez un énfasis tan grande en la centralidad de la contemplación y el silencio les parezca excesivo y debilite una visión integral de la fe cristiana. Sin embargo creo que en realidad es el punto de partida para toda práctica de la fe, sea en la liturgia o las relaciones humanas.  Los judíos ya sabían del valor del silencio y el salmo 63 señala cómo la contemplación da lugar a la adoración.

“Así vuelvo mis ojos hacia Ti en el santuario para contemplar tu poder y tu gloria; porque tu gracia vale más que la vida, por eso mis labios te alabarán.”

El anterior arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, ha escrito extensamente sobre la conexión entre la práctica de la contemplación y el crecimiento espiritual. Voy a intentar parafrasear una parte del discurso que dio en 2012 cuando fue invitado por el Papa Benedicto a hablar al Sínodo de obispos en Roma. Rowan Williams dijo que la plenitud del ser humano solamente se puede lograr por nuestra recreación a la imagen de la humanidad de Cristo y que esa humanidad refleja la relación entre el eterno Padre y el eterno Hijo, una relación de un dar amante de uno mismo, un derrame de la vida hacia el Otro.

Por lo tanto podríamos decir que la humanidad que queremos compartir con el mundo, como el fruto de la obra redentora de Cristo, es una humanidad contemplativa. Si queremos ser contemplativos como Cristo es contemplativo debemos estar abiertos para recibir toda la plenitud que el Padre quiere derramar en nuestros corazones. Con mentes (hechas quietas) aquietadas y preparadas para recibir esa gracia estaremos al final en condiciones para crecer. Así empezamos a caminar hacia la gloria que vislumbramos porque nos llama a sumergirnos en la vida de la Trinidad. San Pablo habla (en 2 Corintios 2:18) de la manera en la cual esta gloria reflejada nos transfigura:

Nosotros, en cambio, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu”.

Es esta la cara que queremos mostrar a nuestros semejantes.

Y buscamos esto no porque estamos anhelando una «experiencia religiosa» privada que nos hará sentir más seguros o santos. Lo buscamos porque esta contemplación de la luz de Dios en Cristo, en la cual nos olvidamos de nosotros mismos, nos enseña a ver la realidad de otros y de toda la creación divina. Y desde ahí la gracia nos conducirá hacia la verdadera “teología” – o sea la contemplación silenciosa que es el objetivo final de todo nuestro discipulado.

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Luego del oficio de la Paraklisis, donde el Pbro David George secundó al P. Daniel Aguilera en su celebración , saluda a la Virgen junto a los demás fieles frente al icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Las santas escrituras nos ofrecen una sólida base para iniciar y alimentar la práctica de la contemplación silenciosa y nos recuerda continuamente que los misterios divinos no pueden agotarse con proposiciones doctrinales sino deben ser enfocados contemplativamente.  San Pablo, hablando de la resurrección a los corintios, empieza con las palabras; “he aquí, un misterio les voy a revelar.” (1 Corintios 15:51)

“He aquí” no solamente implica el silencio en el relato sino también hace callar al lector. Cuando los fariseos le preguntaron en qué momento  llegará el Reino de Dios, Jesús les respondió: ‘El Reino de Dios no viene con señales que pueden verse, y no se podrá decir: “¡he aquí acá está!” o“¡he aquí allá está!”  Porque he aquí el Reino de Dios está entre (o dentro de) ustedes’.   (Lucas 17:21)  Tres “he aquí” hacen bastante obvio la importancia del mensaje.

Entonces durante este retiro, estando en la presencia de Dios y meditando los mensajes de Vassula sobre la verdadera vida en Dios, debemos encontrar el tiempo para la oración contemplativa en silencio si queremos avanzar o crecer o aprender lo que Dios tiene preparado para regalarnos. Se podría resumir todo lo que he tratado de explicar en las palabras de un padre del desierto egipcio, Abba Moisés, que dijo al joven monje que le había pedido ayuda en la oración:

“Ve y siéntate en tu celda, y tu celda te enseñará todo.”

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David George, traducido al portugués por  José Ovidio Vieira Junior.

 

Prédica de Pbro David George, Iglesia Anglicana, Tristán Suarez, Prov. de Buenos Aires, Argentina, 16 de noviembre, 9 hs. X Retiro Latinoamericano de la VVD

1 comentario en ““¡He aquí que estoy con ustedes todos los días!”

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