La ternura del amor de nuestro Padre.

María Beatriz Marghetich, Junín, Prov. de Buenos Aires.

Cómo comenzar a contar que nuestro Padre, Abbá, no era un Dios de cartón, sino un ser real, que me amaba de una manera en la que yo no sabía ni comprendía.

Conocer a Vassula y su libro “El cielo existe pero el infierno también”, hizo que muchas cosas cerraran en mi vida, e iniciara un nuevo camino, ya no sola, sino de la mano de un Dios vivo.

Aprendí a orar y charlar con Él, y comprender que soy parte de su descendencia, que le pertenezco y que soy su simiente en este mundo.

Dios es mi hogar,  que se preocupa de todas las pequeñas cosas de mi vida cotidiana. Me puede hablar bajito, en el corazón, con una intimidad que antes no conocía. El incondicional, el que se baja a mi miseria, y se deleita por tenerme de hija.

Somos sus pequeñas creaturas, y que llamarlo Padre a sus oídos, es como una alhaja. Él, mi maestro, donde todo lo que explica se hace comprensible y se corran velos de mis ojos.

Un Dios cariñoso, indulgente, de gran paciencia, que regala paz y tranquilidad. Poder alojarme en su corazón amado, sin las perturbaciones de los años pasados, recibiendo cada día su abrazo espiritual.

He leído infinidad de veces este libro, y cada vez que lo hago, voy comprendiendo este lenguaje de amor tan especial para nuestros tiempos.

María Beatriz Marghetich
maria_marghetich@hotmail.com

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